jueves, 8 de junio de 2017

Conversación de dos muchachas en la subida de la calle Los Tintes (Cuenca) el domingo 13 de abril de 1902 (el día que se derrumbó el Giraldo de la catedral (TEATRILLO))


 

Cuando se hundió el Giraldo

(teatrillo)


(teatrillo)

Conversación de dos muchachas en la subida de la calle Los Tintes (Cuenca)

El viejo puente gótico de San Pablo en Cuenca fue la crónica de una muerte anunciada durante muchos años. Durante siglos fue un puente grandioso, que se levantaba más de cincuenta metros sobre el nivel del río Huécar. Parecía imposible de hundirse cual «Titanic» de piedra. En el siglo XVIII hizo frente a un huracán, pero el paso de ese huracán fue implacable para él. Las primeras grietas llegaron a finales del siglo XVIII, en el año 1779, produciéndose los primeros desprendimientos de piedras en 1800. El obispado de Cuenca, dueño y señor del puente y casi de la ciudad, apostó por su reconstrucción en el año 1887. Las obras no fueron lo suficiente efectivas y un año más tarde con el desprendimiento de algunas piedras de la Catedral comenzó a agrietarse el primer arco. Ocho años después fue sentenciado a muerte con 16 barrenos de dinamita el 23 de febrero de 1895.

La construcción del nuevo puente de San Pablo, ahora de hierro con travesaños de madera, terminó apenas ocho años después, inaugurándose en el año 1903, pero antes, el 31 de julio 1902 un nuevo huracán estuvo a punto de tirarlo abajo estando casi terminado. Eso sucedió después de que el domingo 13 de abril [1] de ese mismo año el Giraldo de la catedral se viniera abajo. No es, por tanto, de extrañar, que el nuevo puente despertará tanta desconfianza como el nuevo y que surgieran múltiples leyendas sobre el mismo:

Escenario:

Fuente de la calle de los Tintes (Cuenca)

Personajes: ANGUSTIAS, DOLORES Y MATEO

Angustias y Dolores se encuentran llenando los cántaros de agua de la fuente. Espera su turno Mateo con su burro, el aguador al servicio del obispo. El joven no puede evitar estar prendado de la belleza de Dolores que se haya inclinada sobre el caño llenando. Angustias dice que le duelen los riñones, se encuentra con los brazos en la cintura. Mateo conforme va llenando los cántaros Dolores, los coloca en las aguaderas de la borrica de Angustias.

MATEO (Sonriendo a Dolores) —. Si os parece venís conmigo y así podéis pasar por el puente sin pagar aranceles al obispo y no os pegáis la paliza de subir por la cuesta. Me ayudáis a llenar mis cántaros y así terminamos antes.

El joven es de los pocos que ya tienen permiso para pasar por el nuevo puente de San Pablo, a pesar de no estar terminado y quiere ser cortes con Dolores.

DOLORES (En tono pícaro) —. (Se hace la remolona y se le suben los colores). Pues sí que podríamos, que tenemos los costados machacados y esta está una miaja preñada. Aunque, conociéndote, me temo, que tú pretenderás cobrar otras costas y aranceles, que bien sé que no eres trigo limpio, ¡bribón!

ANGUSTIAS (Un poco taciturna y reticente) —. Bien vendría, pero… ¿No va a ser mucha carga para el pobre animal pasar por el puente cargada con seis cántaros? Las tablas esas no parecen muy de fiar. Además, los guardias denuncian a quien pase por el puente.

MATEO (Alzando las manos en dirección a la catedral) —. ¡Qué va! A vosotras sí, pero yo tengo licencia del obispo para cruzar el nuevo puente si venís conmigo no hay peligro ¿no ves que esta agua es para el obispo? Yo os avaló y conozco a los guardias. Peor es para la borrica subir la cuesta.

DOLORES (Entusiasmada)—. Pues sí. Si no es mucha molestia…

ANGUSTIAS —(Fingiendo enojo) Ni hablar, no me fio de ti, ni del puente, ni de las tablas y a los guardias, mejor ni los miento.

MATEO —(Echándose para atrás con extrañeza) Mujer, que soy de fiar, que tengo los hijos dentro del cuerpo. Nadie puede hablar mal de mí diciendo verdad…

ANGUSTIAS (Negando con la cabeza, claramente contrariada)—Yo no subo por el puente ni aunque me des mil reales ¿acaso estoy loca?

MATEO —(Riendo) —. No hay peligro, pero obligar no voy a obligar a nadie y mil reales, ni siquiera diez, te voy a dar por hacerte un favor. Uno lo hace por bien.

ANGUSTIAS —(Rotunda) ¡Ni hablar!

DOLORES (Suplicante y mirando enamorada a Mateo) Anda mujer, no vamos a dejar solo al mozo, y nos ahorramos la cuesta…

ANGUSTIAS —. (Gritando) No, no y no. Además, hay que dar más vuelta. No seas cansina, que yo no cruzo por el Puente San Pablo ni con una chispa más grande que el Giraldo. Parece mentira que seas mujer casada (ahora susurrándole a Dolores) Te gusta dar que hablar

DOLORES —. Pero mujer, si no pasa nada. No te das cuenta de que antes se cae el Giraldo que el puente de San Pablo…, que además es nuevo y Mateo se va a meter en el seminario, para ser cura...

ANGUSTIAS —Serás tontaca, fíate tú de los seminaristas. Y de lo otro ¿cómo se va a caer el Giraldo que lleva cuatrocientos años dando la hora. Hay que ser simple para pensar una sandez de tal calibre. Ahora ese puente (señalando en dirección al puente con el dedo corazón), es harina de otro costal. Mira el verano pasado lo que pasó. Vamos que casi se viene abajo antes de empezarlo…

MATEO —(Riendo a carcajadas) Mujer de Dios, si es de hierro y sí, aunque sea al oído lo he escuchado, voy para cura. Dedicaré mi vida a Dios y a los demás…

DOLORES (Ignorando a Tomás) —Tontaca tú. ¿Cómo se va a caer el puente, mujer? No ves lo lustroso que está, si está nuevecico, ya han aprendido.

ANGUSTIAS —¿Acaso no se cayó el otro y era de piedra?

MATEO —. No compares. Como dice la Dolores, este es nuevo. Bueno, yo me tengo que ir, que el obispo tiene muy mal genio. De todas maneras, si queréis, como me da tiempo os espero en la plaza y os convido a una zarza después de descargar las cántaras, que vais a llegar con la lengua de fuera…

ANGUSTIAS —Pues a mí me dijeron que Abundio se cayó con su borriquilla desde lo alto y se despanzurró…

DOLORES—. ¡Anda! Que quien has ido a decir. ¿No has encontrado a otro más tonto? Además, con una chispa que llevaba de resolí, que poco más y deja sin existencias a las destilerías de Ortega… (Dolores suplicante). Anda, vamos con Mateo...

MATEO (Terminando de cargar el último cántaro que ha terminado de llenar Dolores, sabiéndose observada) —. Yo me voy. Os espero en la plaza si queréis y si no, eso que me ahorro. El obispo no tiene espera, que después debo llevarle el vino.

DOLORES (Colocando las manos como si estuviera rezando ante Angustias) —. ¡Anda, vamos con Mateo!

ANGUSTIAS —. ¡Ea, que no! Que no me convences cansina. Yo por el puente no paso, y la borrica menos, que está preñada y si ve tal precipicio le da un pasmo y mal pare…

MATEO (Moviendo la cabeza de un lado a otro riendo) —. ¿Va a malparir por eso? Mejor me callo, no digo nada. Solo que hay que tener ganas de pasar el sofoco que vais a pasar vosotras y tu borrica por la cuesta, que cuesta más que un mal parto…

ANGUSTIAS —. Vete a la mismísima mi… (silabea pero no pronuncia)

La borrica es mía y si no malpare se le corta la leche y en lugar de borruchos[2] pare cualquier adefesio…

MATEO —. Lo dicho. Me voy.

ANGUSTIAS — (Musitando) Tanta paz lleves como dejas. Con Dios…

DOLORES —. Me esperas en la plaza, si convidas (le grita) (luego mirando como se aleja Mateo dirigiéndose a Angustias) Tontunas dices…

ANGUSTIAS —¿Tontunas, dices? Tú pasa por el puente, yo no, aunque tenga que dar toda la vuelta al Huécar…, me dan unas angustias…

DOLORES —¿No estarás tú también preñada como la borrica?

ANGUSTIAS —¿Yo? Si no tengo marido…

DOLORES —Pero tienes choto y te confiesas mucho con don Bartolomé, el señor cura del Salvador…

ANGUSTIAS —Eso sí, además noto retortijones en la panza…, unas angustias que me dan. Desde un mes después de que comenzase a confesarme el don Bartolomé…

DOLORES — ¿Angustias, unas angustias? ¿A ti también te confesó en la sacristía?

ANGUSTIAS — ¿Pues claro? ¿Dónde iba a ser? ¿En el confesionario como a las viejas, que por bajo que te confieses se entera hasta el Tato?

DOLORES —¡Ay, Dios santo! Que va a ser que sí. A mí también me confesó para librarme de todo pecado y sacarme los demonios que me había metido mi Mateo. No hago nada más que pensar en él, y eso que soy mujer casada. Pero como doña Constantina me dijo que don Bartolomé te confiesa y se te van todos los demonios del cuerpo...

ANGUSTIAS —. ¿No me digas que teniendo marido te acuestas con el aguador?

DOLORES —. Un poquito sí. Pero solo un poquito. Mi marido me tiene medio abandonada, no sé qué le pasa es muy galán. Pero tú no tienes nadie que te meta los demonios ¿Para qué te confiesas?

ANGUSTIAS — Por los malos pensamientos. Me dijo que para prevenir y calmar los ardores que me entran cada vez que veo a Tomás, y vaya que si me calma…

DOLORES (Pícara) —Pues a ver cómo calmas tú a tu Tomás cuando se entere que lo que no le dejas a él, se lo das en confesión a don Bartolomé en la sacristía, que bien a raya lo tienes… ¡pobrecito mío!

ANGUSTIAS —¿Y tú cómo sabes que lo tengo tan a raya? ¿pobrecito tuyo?

DOLORES —¡Uy, uy! ¡Ea! Mira, que tengo prisa… Me voy por el puente… A ver si pillo a Mateo...

ANGUSTIAS —Mal me huele…, mala pécora ¿Qué pasa entre mi Tomás y tú?

DOLORES —Nada, nada…

ANGUSTIAS —¿Nada, nada? ¡Uff! Como sea lo que me imagino, te caes por el puente sin necesidad de subir…

DOLORES — Te lo juro, que además soy mujer casada...

ANGUSTIAS —. Sí, eres mujer casada, pero bien que le haces el favor a Mateo..., y a mi Tomás…

DOLORES —. Comprende mujer. Mi hombre es un viejo que ya no me hace caso, no como tu novio que sí que...

ANGUSTIAS —. Ya quisiera mi novio tener la gracia que tu marido… ¿tu marido viejo?

DOLORES —(Pensativa) Más de un año que ni me toca. (Enojada) Y ahora ya sé por qué o por quién.

ANGUSTIAS —. ¡Uy, uy! A mi Tomás me da que también lo miras..., mala pécora, que puta que eres ¿por qué me rehúyes la mirada?

DOLORES —. ¿Me la sostienes tú si te digo con quién me engaña mi marido?

ANGUSTIAS (Enojada) —. Por algo será, ¿no? ¿Y tú con mi Tomás? Como sea lo que me imagino…

DOLORES (También enojada) —. Que se caiga el Giraldo si es verdad lo que te imaginas…

ANGUSTIAS —. Si ha de ser por tu decencia, se caerá. Yo nunca traicionaría a una amiga, nunca me acostaría con el marido de una amiga, por mucho dinero que me pagase para el ajuar. No como otras que se acuestan de balde con novios ajenos y aguadores del obispo. Yo soy decente, y sí puedo decir que se caiga el Giraldo, si alguna vez me he acostado con tu marido…

De repente un enorme estruendo resonó en toda la ciudad de Cuenca y en varias leguas a la redonda, el Giraldo después de cuatrocientos años de historia se derrumbaba aquel domingo 13 de abril de 1902, pillando bajo sus escombros a 19 personas.

DOLORES —. (De rodillas Asustada) Perdóname señor por mis pecados.

ANGUSTIAS —. (De rodillas con la frente en el suelo) Dios mío, ni me has dejado terminar la frase, quería decir: «Yo soy decente, y sí puedo decir que se caiga el Giraldo si alguna vez me he acostado con tu marido, más de cinco veces a la semana, que será viejo, pero tiene una lengua…»

 

©Paco Arenas



[1] Fecha casi emblemática de hundimiento, diez años después en 2010, el 14 de abril, se hundió el Titanic y 29 años más tarde la monarquía en España.

[2] Cría del burro.

Cuando la catedral de Cuenca tenía Giraldo




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...